Es columnista de Mujer hoy y del diario ABC, catedrática de Ciencia Política y autora de volúmenes como “Terrorismo y democracia tras el 11-M”. Es, además, una mujer atractiva, amable, divertida y gran conversadora. ¿Por qué su último libro se titula “Contra el feminismo”? ¿Somos nosotras el principal obstáculo para lograr la igualdad de género? Ella nos lo cuenta.
EL FEMINISMO. MUJER HOY.
¿Qué es para usted el feminismo?
EDURNE URIARTE. Una ideología que propugna la igualdad de las mujeres y las medidas activas para lograrla. Obviamente, estoy de acuerdo con esto. Pero el feminismo se ha extendido con un abanico de ideas y se ha anquilosado en ellas. Eso es lo que critico: algunos planteamientos, desde sus inicios; otros, por su evolución.
M.H. ¿Qué es lo más perjudicial de ese feminismo para las mujeres?
E.U. El fomento del victimismo, de la idea de que la culpa de todo lo que las mujeres no hemos logrado es de los hombres. Eso no permite hacer un buen diagnóstico del problema; además, es una manipulación de los hechos.
M.H. ¿Cuál es su diagnóstico?
E.U. En los países desarrollados de nuestro entorno, y entendiendo desigualdad como menor número de mujeres en posiciones de decisión y de élite, creo que los valores de la discriminación están prácticamente superados.
EL PODER. M.H. ¿A qué atribuye entonces la escueta presencia de mujeres en puestos de decisión?
E.U. Al factor generacional, entre otros. Las mujeres hemos iniciado más tarde la carrera hacia determinadas posiciones y es imposible que representemos el 50% de repente. En un ámbito que conozco, el universitario, las catedráticas somos un 14%. ¿Eso significa que estamos discriminadas?
M.H. Es casi la cuarta parte del porcentaje de alumnas.
E.U. Sí, pero eso es una manipulación. En la facultad hay tantas mujeres como hombres o más, pero para concluir que hay un trato desigual tienes que demostrar que se han presentado el mismo número de mujeres que de hombres al proceso de selección, con currículos parecidos, y que, aun así, han sido elegidas en mucho menor número. En la Universidad, eso no ha ocurrido: a los concursos de cátedra se presentan muchos más hombres.
M.H. ¿Y por qué cree que se presentan más hombres a puestos de responsabilidad y de poder?
E.U. Sí, el feminismo también dice: “Si no se han presentado es porque ellas están discriminadas; deben ocuparse de los hijos y no tienen tiempo para desarrollar sus carreras profesionales”. Hoy, eso tampoco es cierto. Las mujeres son libres, pueden elegir. Familia o trabajo
M.H. ¿Pueden elegir entre los hijos o el éxito profesional?
E.U. Sí, pero también pueden decidir cuánto tiempo dedican a la familia y cómo lo reparten con sus parejas. Yo no puedo admitir que la mujer de hoy, que ha estudiado, que ha tenido las mismas oportunidades que ellos, diga: “Es que no puedo, es que estoy obligada a…”. No, yo creo que ella decide. En eso cuestiono la teoría del feminismo dominante.
M.H. Al margen de esa teoría dominante, ¿se considera feminista?
E.U. Sí, pero rompedora en muchos aspectos. Creo que voy mucho más lejos.
M.H. ¿En qué sentido?
E.U. Probablemente, en decir lo siguiente: en igualdad de oportunidades, muchas mujeres han optado por los roles tradicionales. Por dar prioridad al matrimonio o a la maternidad, pero también por querer ser modelo, musa, princesa, actriz… Me parece muy respetable elegir la maternidad frente a la vida profesional, pero es una decisión libre. Si queremos tener las mismas cotas de poder que los hombres, debemos hacer carreras tan entregadas como ellos. Eso significa cambiar la organización de nuestras vidas, porque las carreras no van a cambiar para adaptarse a las mujeres que quieren las dos cosas.
M.H. ¿Ellos tienen las dos cosas?
E.U. No. Los hombres han sacrificado a menudo la paternidad y el disfrute personal para triunfar profesionalmente.
M.H. Si elegimos libremente, ¿por qué muchas más mujeres renuncian a su profesión por su familia?
E.U. El feminismo no quiere ver que las mujeres somos menos ambiciosas porque aún logramos nuestra realización social a través de los roles tradicionales. Repasemos las revistas femeninas, ¡que leemos y dirigimos nosotras! Las mujeres de referencia son modelos, actrices, hijas de… siempre bellas, claro. En las revistas de hombres no hay maridos de, ni “musos”. Que el feminismo no mire hacia los hombres: miremos hacia nosotras. Si controlamos ya buena parte de ese mercado y no hemos sido capaces de cambiar los roles...
LA IMPORTANCIA DE LA IMAGEN. M.H. Usted destaca en su libro que las mujeres deben mostrar un físico delgado hasta la debilidad.
E.U. Yo pongo el ejemplo de “Pretty woman”, una película que nos entusiasmó a todas. ¿Por qué nos gusta tanto una mujer prostituta, que es como les encanta a ellos que sean todas en las películas? Porque ella es el sexo débil, rescatada por el príncipe, un señor riquísimo, que la salva y la realiza socialmente. Y nos encanta esa trama tan retrógrada. Todavía tenemos la tentación de ser rescatadas, de ser débiles. Ahí encaja el ideal de mujer que fomentan la moda, el cine y la televisión: con aspecto aniñado, enormemente delgada, pálida, débil... que tiene que ser rescatada. Eso sí, con muchas tetas y la boca siempre semiabierta.
M.H. El panorama, desde luego, es preocupante…
E.U. Lo que me preocupa es que las mujeres que son directoras de revistas, diseñadoras de moda, directoras de cine... reafirman esta estética.
M.H. Afirma que sólo en la pornografía existe igualdad sexual.
E.U. Sí. Desde el punto de vista del sexo, es el único lugar donde hombre y mujer juegan el mismo papel: el de objeto. En el resto del cine, la publicidad, la moda, la televisión… la mujer es un objeto sexual, una figura pasiva, mientras que el hombre representa un papel activo. Eso me parece irritante. Detrás hay una actitud social que debemos combatir: que nosotras tenemos menos interés por el sexo y que ser femenina implica no mostrar deseos sexuales en público. Además, las mujeres fomentan esta actitud. Diversos libros de supuesta divulgación biológica siguen afirmando que nosotras somos emotivas y ellos, sexuales. La verdad es que nosotras, como ellos, somos ambas cosas. Ésa es la única gran barrera que nos queda por romper a las mujeres.
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